Nadie Mejor que tú, para Decidir que Quieres

Vivimos en un mundo de apariencias la imagen perfecta. Donde lo que mostramos al mundo nos abrirá o cerrar las puertas y esa primera impresión muchas veces es la que decide nuestro futuro. Como madres en muchas ocasiones nos ponemos en un segundo plano para dedicarle tiempo a nuestra familia somos de todos, pero dejamos de ser de nosotras, en ocasiones perdemos hasta nuestra identidad. Nos agobia el cansancio, el tiempo, el trabajo, las responsabilidades y vamos descuidando nuestra imagen. Imagen que quizás me dirás que no es importante, pero te contare porque si lo es.

Seas gordita, flaquita, rellenita, cuerpo perfecto, en fin, ese sinnúmero de adjetivos que nos dicen te guste o no influencian sobre nuestra autoestima. Autoestima que vamos creando desde nuestra niñez y que es influenciado por distintas etapas y retos que nos trae la vida. Esas inseguridades que cargamos toda nuestra vida y que se hacen más notables en la adolescencia o en la adultez y más después de convertirnos en madres. Qué difícil es ver los cambios en nuestro cuerpo quizás después de un embarazo o después de los 30, 40, 50 años. Son muchas las que experimentamos cambios en el cuerpo como estrías, la cicatriz de la cesárea, piel flácida, libritas de más, acné, arrugas y más. Nos miramos al espejo y no reconocemos ese cuerpo, esa persona “ya no soy yo” y buscamos ayuda con esas amigas que ven lo bueno de nosotras, pero no logramos verlo porque estamos pensando en ser esa chica de 20 años que pesaba 100 libras, que no tenía preocupaciones y la vida era más fácil. Les aseguro que todo el pasado será mejor que le presente, porque cuando chocamos con algo no importa la etapa de la vida siempre será difícil.

Por mucho tiempo viví con muchas inseguridades y todas giraban alrededor de mi aspecto físico. Siempre fui delgada bastante y cuando todas tenían un cuerpo voluptuoso ya aún a los 30 años esperaba porque me llegara, sabía que no pasaría, pero estaba en mis manos hacer un cambio en mi autoestima. A los 21 años decidí competir en un certamen de belleza en el cual aprendí mucho principalmente quererme tal cual soy sin que los demás decidan como me sentiría en relaciona mi cuerpo. Aunque pesaba 90 libras y media 5’5’’ me sentía hermosa, aunque todos me dijeran que era fea por mi delgadez. De ese momento en adelante comencé a tener una relación más saludable con mi cuerpo y mi mente, aprendí respetarme tal cual era y a valorar otros aspectos de mi vida.

Pero siempre desde mi adolescencia tenía algo que por mas que trataba de tener una buena relación con “ellas” no lo lograba. El tiempo fue pasando y cada vez que iba a comprar ropa me molestaba, el no poder usar camisas con escotes o espalada abierta. Por un tiempo lo olvide me convertí en madre y mis prioridades cambiaron y hasta cierto punto me deje llevar, cuidaba mi imagen, pero no tanto como antes. Corrí con suerte el embarazo no cambio mi cuerpo y tampoco trajo consigo marcas o cicatrices, pero hay estaban grandes, feas, caídas, con vida propia. En realidad, siempre fueron así pero nunca había pensado con tanta seriedad y seguridad que era hora de tomar la decisión. Tener los senos que siempre había querido pequeños, en su lugar, una talla fácil para conseguir sostén, sin dolor de espalda, simplemente sentirme hermosa. Y quizás era una persona con una buena autoestima pero que necesitaba tomar control de la situación.

Y me decidí a los 34 años, me eduque bien, consulte y busque un buen cirujano plástico y encontré una en mi camino que me explico muchas cosas. No todos los senos son iguales, no todos tiene la misma forma y no todos tienen el mismo sosten. Así que algunos eran paraditos y otros no lo son y si eso le añadimos el tamaño más rápido la gravedad hace su efecto. Realmente desde que me acuerdo mis senos eran caídos, no pasó con el embarazo, la lactancia, la edad, el peso, eran así y siempre lo serán porque no importa que hoy gracias a una cirugía plástica estén en su lugar y un tamaño proporcionado a mi cuerpo, mi doctora me explico muy bien que van a seguir cayendo y que no toda la vida estarán como hoy ya que son así, imperfectos.

Hoy me siento bien, hermosa, radiante, cada día más segura de mí. Como me dijo una amiga: “sintiéndote de 20 pero con una madurez y seguridad de más de 30”.  Que no te importe lo que digan las demás si realmente deseas arreglar o cambiar alguna parte de tu cuerpo no lo piensen más es hora de dar el primer paso para lograr tus metas. Te aseguro que no existe una satisfacción más grande que sentirte bien contigo y que eso sea lo que demuestres al mundo. “Vive, sueña, se tú, aférrate a tus creencias, nunca olvides quién eres”.

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